“Estaba muerto, desgarrado hasta la lengua, pero yo no podía faltar.” En esta confesión tan elocuente, formulada por Diego Maradona alguna vez en la que quiso ser bien ilustrativo sobre el grado de esfuerzo que le había demandado jugar un partido para la selección, se puede resumir una historia de décadas. Aquella ocurrencia fue fruto de la conocida picardía de Diego para encontrarle gracia y contundencia a lo que quiere expresar, pero el arco de reflexiones sobre el tema puede abarcar al prestigioso periodista Simon Kuper, columnista de The Financial Times: “En Argentina, un país donde las diferencias sociales, económicas y políticas son tan grandes, el fútbol consigue hacer olvidar todo”. El tiempo amasó esa mezcla de sentimientos y la inoculó en el futbolista argentino, bajo la forma de un sentido de identidad que no reconoce igual en todo el mundo: la pertenencia orgullosa a la camiseta nacional. Entonces, además del ejemplo de Maradona, están las anécdotas y los testimonios de Menotti, Bilardo, Passarella, Simeone, Pekerman, Soria y tantos artífices de lo que hoy es una marca registrada: la selección argentina de fútbol.