Como nos dice el autor, intentando sensibilizarnos, estamos llegando o ya hemos llegando a unas cotas de agresividad ecológica, social e individual, que ponen al ser humano en situaciones de asumir, de forma cada vez más urgente, sus responsabilidades respecto a sí mismo, a los demás y al entorno, es decir, la Tierra. Desde mi amistad y respeto profesional, como científico ecólogo, le dije a mi amigo y autor, Fernando L. Rodríguez Jiménez, cuando me esbozó el libro, que a él le parecía sencillo, podría ser de consulta en Biología o Semiótica. Me llamó exagerado y en ello me ratifico. Duro y sencillo el mensaje que nos lanza el autor: «En la Naturaleza, como en la sociedad humana, las cosas llegan a un cierto límite y no pueden rebasarlo». Por ello tiene que haber cambio. No sólo se trata de lo que va a perder. Tenemos ejemplos claros de la pérdida de la dignidad por ser esclavos del nivel de vida. En cuanto a las guerras, ¿no será el militarismo la filosofía de los muertos? La UNESCO (León Boissier) ha dicho: «Puesto que las guerras nacen en las mentes de los hombres, es en las mentes de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la Paz». Si al ser humano se le explica cuál es su interés, cambiará su comportamiento. Para ello debemos aprender a adaptar nuestros medios a nuestras necesidades. Hay que darse cuenta que la Tierra no ha sido creada por el ser humano y, como dice el autor, podemos poner en peligro nuestra supervivencia, el libro es un mensaje para compartir la bondad y la belleza del mundo que Dios ha puesto a disposición de la humanidad y de todos los seres vivos.